Maquiavelo fue uno de los primeros filósofos que afirmó que la razón del Estado estaba por encima de los valores éticos. En este sentido, tal y como indicó Echeverría en Ciencia del bien y del mal, las acciones del Príncipe -en situaciones extraordinarias- no estaban bajo la perspectiva estrictamente ética. Estas ideas me han llevado a pensar en una serie de cómics en los que la política era uno de los elementos semióticos principales de las narraciones. Estos planteamientos los podemos maquiavélicos (en sentido estricto) los podemos encontrar en diversas obras por las que haremos un breve recorrido.

Portada de la edición a color de From Hell.

From Hell es, sin ningún lugar a dudas, una de las primeras obras en las que el elemento político se estructura como factor principal de la narración. Esta obra, que ha sido recientemente publicada en color por Planeta Cómic, es uno de los trabajos más relevantes de Alan Moore en los que la razón política está por encima de cualquier otro factor.

Dicha razón, adquiere una importancia inusitada en momentos tan complejos como los que plantea la novela. Al fin y al cabo, la industrialización es un convulso momento social e histórico que presenta multitud de fenómenos internos que pueden ser calificados de extraordinarios. Estas particularidades son las que dan forma, de un modo u otro, a los elementos normativos de los signos fundamentales de la obra.

Otra obra importante es Estudio en escarlata firmada por el afamado Neil Gaiman. Esta obra guarda concomitancias con la anterior y presenta el mismo sustrato. La diferencia, entre ambas, son los personajes y la propia historia, pero los imaginarios compartidos son numerosos.

The Walking Dead es la tercera obra de la que quiero hablar. En este caso, el maquiavelismo está fraccionado, puesto que la razón política está circunscrita a cada uno de los grupos socio-políticos que nos vamos a ir encontrando en la historia. En este sentido, vemos, además, los choques de intereses entre todos ellos y la manera en que los intereses subjetivos de los poderosos intervienen en el discurrir de la narración. Aquí está un elemento diferencial interesante frente a las anteriores.

En las obras precedentes la razón política era un elemento que estaba por encima de la propia historia. En este caso, en cambio, vemos las motivaciones internas de dicha razón política. Evidentemente, el principal factor es la supervivencia, pero también existe un segundo factor que es el poder. De hecho, a lo largo de las páginas de la obra, nos daremos cuenta que la ética, y su humanismo subyacente, no tienen cabida en la mayor parte de la historia.

Posiblemente solamente sea posible este humanismo, cuando las personas tengan suficientes recursos para poder pensar en la utopía y en el deseo de mejorar sus vidas y las de los demás. Ahora bien, esta situación siempre será frágil y necesitará un ejercicio de memoria permanente y de esfuerzo colectivo para que razón política y humanismo se den la mano.

Un cuarto ejemplo interesante es la reciente U.S. Agent. En ella vemos, nuevamente, la lucha entre la razón política y el humanismo. Esta lucha la encontramos personificada en el U.S. Agente quien ejemplifica la lucha contra los intereses descarnados del Estado. Al fin y al cabo, los jacobinos ya nos mostraron, en la Revolución Francesa, que la hipertrofia de un valor determinado genera multitud de desgracias. En esta obra, aunque no es algo que quede patente, también se muestra esto mismo. Al fin y al cabo, el Estado pretende mantener intacta sus razones políticas y evitar que la ciudadanía las conozca.

Posiblemente podríamos relacionar este fenómeno con la transparencia; un término muy relevante, actualmente, que se ha puesto en boca de todos. Ahora bien, este concepto ha sido cuestionado por autores como Byung-Chul Han, quien nos han alertado en La sociedad de la transparencia, de hipertrofiar dicho elemento. En dicha obra se nos indica que es necesario que no toda la realidad puede ser completamente transparente, puesto que, en ocasiones, hay información o razones que convienen que estén ocultas para no agredir a los demás (sin intención). Pues bien, si nos acercamos, ahora, a Héroes en crisis de Tom King y Clay Mann o a Torre de Babel, de D. Curtis Johnson, Gardner F. Fox y Mark Waid, nos cuestionaremos sobre si la transparencia es, efectivamente, positiva o negativa.

Portada de El Mecanismo.

En último lugar, y como ejemplo dramático del uso de la razón de Estado por encima del bienestar de la ciudadanía, hablaremos de Estación 16 de Hermann e Yves H. Este último cómic nos habla, desde una perspectiva próxima al misterio y al terror, de las consecuencias de las pruebas nucleares realizadas (en este caso) por el Estado ruso en el círculo polar ártico. Ahí no importaba las consecuencias para las personas en aquel momento y en el futuro. En definitiva, y volviendo al comienzo del artículo, existe un conjunto de obras (aunque no son las únicas) que nos muestran como el Estado opera al margen de la ética. No estamos discutiendo si ello debería o no ser así; simplemente constatamos la realidad. Esta razón estatal parece que es habitualmente representada en negativo. Por ello, algunos han optado por defenderse ante ella gracias a la transparencia. Pero ésta tampoco es una panacea. Por ello, quizás no existe salida ante los conflictos humanos y solamente tenemos que lograr observarlos y preverlos, tal y como nos indican Gabi Beltrán y Ángel Trigo en El mecanismo.