Portada de El perdón y la furia.

Norma acaba de publicar el magnífico trabajo de El perdón y la furia, firmada por el prestigioso Altarriba y por el experimentado artista Keko.

Cuando tomamos entre nuestras manos esta obra y nos fijamos en su título, nos viene a la cabeza, irremediablemente, la obra del afamado Faulkner. La relación entre la obra de Altarriba y la de Faulkner no es casual. De hecho, en El ruido y la furia, William Faulkner nos narra como una familia va, paulatinamente, cayendo en una decadencia profunda. En esta obra capital de la literatura universal, el estadounidense se adentra en lo más profundo de lo humano empleando un doble juego narrativo: el monólogo y el narrador. Ahora bien, esta expresión del título de Faulkner fue extraída de Macbeth. En tal caso, ¿la obra de Altarriba le hace un giño a Shakespeare?

Veamos… Altarriba es uno de los escritores contemporáneos más relevantes y geniales del viejo continente. Lo digo, así, sin matices. Afirmo esto, puesto que El perdón y la furia logra condensar la referencia transversal a Faulkner y a Shakespeare, sin perdón un ápice de actualidad. Además, introduce un elemento pictórico empleado, para ello la obra de José de Ribera. Este pintor fue tildado de tenebrista y obsesivo. Hasta el punto que se llegó a crear, a su alrededor, el mito de que empapaba sus pinceles en sangre de los santos. Todo ello se entrelaza con soltura y coherencia narrativa en el trabajo que estamos analizando hoy.

Página interior

Altarriba muestra la decadencia de una familia simbólica (un grupo de investigación). Ahora bien, para poder estructurar esta decadencia utiliza la referencia de Macbeth y emplea los elementos políticos que también utilizó el inglés. Todo ello, además, se pone en diálogo con el imaginario que se llegó a construir alrededor del personaje de Ribera. Para ello, utiliza al personaje central de la narración (el profesor Osvaldo González) quien personifica parte del imaginario creado alrededor del pintor.

La obra de Altarriba es cruda y oscura, como la pintura de Ribera. Transita entre diferentes instantes de la historia de cultura europea sin que ello resulte estridente ni forzado. Ahora, las primeras páginas tienen un aura de confusión que creo que es intencional. Este desconcierto también lo muestra la paradójica cita de Bataille.

Ahora bien, si un lector, no interesado en todas estas cuestiones literarias, se acerca a esta obra, se va a topar con un cómic de suspense realmente sorprendente. Incluso es posible que pueda llegar a recordar, en algún momento, a El código da Vinci de Dan Brown. De cualquier manera, ese lector disfrutará de una intriga que le mantendrá pegado al papel, ya que estará ante una obra chocante, llamativa y perturbadora.

A todo ello ayuda el trabajo de Keko con su potente narración en blanco y negro. En ocasiones se introduce un elemento pictórico colorista que actúa como elemento de fijación del imaginario de Ribera. Además, la utilización de grandes bloques negros otorga intensidad narrativa a la obra. Ello unido al uso de mayor cantidad de rallas cuando se muestra el cuerpo desnudo del protagonista. Este juego permite visualizar la fragilidad de este personaje y los cambios internos y externos que en él se van a producir.

Una vez más Altarriba y Keko han logrado hacer una obra que perdurará. Un trabajo que resulta difícil de quitárselo de la cabeza. Un cómic ineludible.

Por Juan R. Coca