Portada de la obra Oleg de Frederik Peeters.

En los últimos tiempos, el noveno arte muestra una deriva interesante fruto de la aceptación social de una línea editorial de carácter más personal.

El cómic de superhéroes ha sido una de las derivas principales del sector. Todos conocemos a Batman, Superman, Spider-man, Lobezno o, a nivel español, el Capitán Trueno, el Guerrero del Antifaz o el Jabato. Sin ninguna duda es una de las vertientes más exitosas del mundillo. Las principales editoriales del sector logran grandes beneficios gracias a este tipo de historias y personajes.

Por otro lado, también son notables las obras relacionadas con la acción y las aventuras. En este sentido, de manera genérica, la acción y la aventura contiene a otros subgéneros como el de magia y brujería, el suspense e, incluso, las policíacas. Al fin y al cabo, esta amplia categoría se asienta en obras plurales, con numerosos personajes y cuyas historias suelen ser externas a los personajes.

En cambio, recientemente, ha cobrado fuerza un tipo de cómics en el que el ámbito de lo subjetivo tiene una importancia inusitada. Hablamos del cómic intimista. Una línea editorial centrada en el mundo de la vida y en las pequeñas cosas que les acontecen a los personajes. En este sentido, estas obras optan por una acción más interior que exterior. Tanto es así que, en ocasiones, se explica la realidad social o histórica a través de las vivencias de los personajes centrales de la obra. La diferencia principal de este tipo de trabajos está en el origen y la finalidad de la obra. Ambas, se originan y terminan en el interior de lo humano. Por esta razón, son narraciones visuales y escritas diferentes a las anteriores.

Uno de los ejemplos interesantes es Oleg. Un trabajo de Frederik Peeters, que ha publicado recientemente Astiberri, y que nos cuenta elementos de la vida del propio Oleg. Este personaje es un autor de cómics despistado, con familia y sin interés por la tecnología. A través de sus ojos y de sus pequeños momentos vitales, podremos interpretar la evolución social, las relaciones familiares y las emociones humanas.

Otro ejemplo es Stone Fruit creado por Lee Lai y publicada, en España, por Dibbuks. Una historia centrada en Ray y Bron, una pareja homosexual que nos enseñará el sufrimiento por la no aceptación, el conflicto de pareja o la profunda emoción que genera el mundo imaginativo infantil. Estos últimos son construidos como islas alejadas de un mundo repleto de problemas e incertidumbres. Ello nos conduce a reflexionar si la imaginación es la que tiene capacidad para ser felices.

El impacto subjetivo que genera el proceso de aceptación de la homosexualidad también lo encontraremos en Us, de Sara Soler. Una obra que ha tenido una buena aceptación por la crítica y público. En ella, nuevamente, a través de los ojos y de la construcción del mundo interno de los personajes, podremos analizar e interpretar el mundo social en el que nos encontramos.

Portada de la obra Us de Sara Soler

Curiosamente, este elemento imaginativo es compartido por las tres obras (con los matices propios de cada una, por supuesto). En ellas, una buena parte de la historia tiene a la imaginación como estructura medial entre lo intelectivo y lo sentiente. Este mecanismo permite estructurar los elementos más complejos, tales como el humor, los miedos, la sensación de huida del mundo, etc. Este elemento también lo vamos a encontrar, de un modo más sutil, en El fuego nunca se apaga, escrito y dibujado por Noelle Stevenson (Astiberri). Una obra de corte autobiográfico (como sucede con Oleg) en la que se nos muestra el proceso de autoconocimiento del personaje principal.

En cierto modo, es lógico que la imaginación tenga un lugar importante, puesto que todos nosotros solemos imaginar el mundo que deseamos. En función de eso, vamos creando nuestras expectativas y juicios sobre la realidad que tenemos a nuestro alrededor. Esto es, precisamente, lo que también encontraremos en Infectado de David Muñoz y Manuel Meseguer (Astiberri) un trabajo en el que se nos muestra (como también ocurre en El fuego nunca se apaga) las incertidumbres que generan los problemas de salud.

Veamos si este tipo de trabajos sigue logrando hacerse hueco en el pequeño y complicado mundo del noveno arte.

Por Juan R. Coca.