Portada de El Puritano

La novela gráfica, publicada por Karras, está centrada en un personaje enigmático con aire conservador, aunque un tanto postmoderno

El Torres es uno de los dignos representantes de los cómics de misterio o de terror en habla hispana. Ha escrito trabajos tan magníficos como El bosque de los suicidas, El fantasma de Gaudí o Camisa de fuerzas. Particularmente, creo que de todos sus trabajos sobresale esta última por su intensidad y por su brillante narración. En esta ocasión Karras ha publicado El Puritano, un trabajo que enlaza con su anterior Sangre bárbara. De hecho, ambas obras formar parte de una trilogía.

La narración se centra en cuatro elementos narrativos principales: Solomon Kane (El Puritano), los representantes del mal, los representantes de la inocencia (especialmente materializados en Constance) y el báculo del propio Kane. Estos cuatro elementos conforman el tetrámero donde sucede la historia. A nivel horizontal, estaría el segmento entre el bien y el mal; todo un clásico. En segundo lugar, y a nivel vertical, estaría el propio Kane y su bastón. El primero se relaciona con la perspectiva cristiana y más occidental. En este sentido, Kane muestra claramente las referencias culturales de esta civilización. Ahora bien, y aquí viene el elemento más interesante del personaje, también existe una relación con lo pagano. Ello conduce al pasado, a las creencias ancestrales, pero también relaciona al personaje (y sus creencias) con la postmodernidad y las nuevas religiosidades actuales.

Esta visión transhistórica resulta sugerente ya que plantea cierto grado del agustinismo (ama y haz lo que quieras), pero también plantea cierta perspectiva liberal y, como digo, un tanto relativista. Por esta razón, hay que hacer un ejercicio de confianza en El Torres para asumir estos elementos representados en El Puritano.

Página interior de El Puritano

En la obra, además, aparecen los tropos recurrentes del narrador, lo que convierten al cómic en perfectamente reconocible. Los elementos violentos, la relación con el mundo del terror clásico y cierto grado de erotismo, hace de ella una obra con un aire convencional. Ahora bien, como también suele hacer El Torres, se introducen los elementos innovadores de los que hemos hablado previamente.

Por desgracia, debo indicar que la obra me ha decepcionado un poco. Reconozco que cuando abro un cómic de El Torres, mis expectativas son muy altas. Como he dicho al comienzo, creo que es uno de los principales referentes nacionales. En esta ocasión, la narración está, a mi juicio, excesivamente fragmentada y muestra una serie de saltos lógicos que hacen que no tenga la brillantez de otros trabajos. Por supuesto, sigue siendo un trabajo notable, aunque no es de lo mejor de este gran creador.

El apartado gráfico tiene gran calidad. Los dibujos de Jaime Infante y el color de Manoli Martínez logran transportar al lector al pasado, a un mundo diferente. El aire sucio de la narración visual, unida a los fondos y a las ambientaciones, consiguen transmitir una profunda credibilidad a la narración. A su vez, el uso mesurado de la paleta de color le otorga un aire elegante a una obra que, evidentemente, no busca serlo.

En resumen, estamos ante una obra notable con una narración visual brillante, que gustará a los seguidores de El Torres, aunque -en esta ocasión- él no se encuentre en su mejor forma.

Por Juan R. Coca