Portada de la obra El partido de la muerte

Una obra histórica construida con una gran sensibilidad y gusto

Antes de comenzar debo confesar mi nulo interés por el fútbol y por todo lo que relacionado con él. Digo esto, ya que la obra que comentaremos está centrada en un partido icónico que ha sido llevado al cine en diversas ocasiones. Este partido tuvo lugar, en Ucrania, durante la Segunda Gran Guerra. Esta región estaba ocupada por la Alemania nazi y Hitler pretendía mostrar la superioridad alemana en todos los aspectos. Uno de los grandes enemigos simbólicos del nacismo era el estalinismo. De hay que no resulte extraño que se optase por organizar este partido en una región que había sido rusa y que, en aquel momento, estaba ocupada.

El partido de la muerte habla de un evento simbólico en el cada gol, cada equipo, cada elemento del partido era la representación de una especie de partida de ajedrez. Ahora bien, en esa partida los jugadores eran personas poderosas con intenciones políticas. Entre tanto, las piezas eran personas conscientes de los riesgos, de los problemas y de los elementos éticos que estaban en el tablero. Así que, la estrategia era esencial para poner en valor unas intenciones u otras. He aquí el juego profundo del partido.

Pepe Gálvez siendo consciente de todo esto, estructura una narración repleta de elementos profundos, de cuestionamientos vitales e, incluso, de ciertas ingenuidades. Además, la narración está centrada en los aspectos visuales y no en los escritos. En este sentido, la identificación del deporte con el arte, la contraposición de la vida con la muerte, entre otros aspectos, están repletos de silencios.

Sin ninguna duda, es una de las obras más silenciosa que he encontrado recientemente. Este carácter sigiloso hace que el lector camine por una especie de túnel oscuro y un tanto opresivo. Ello hace que los elementos narrativos más violentos cobren mayor fuerza e impacten todavía más, si cabe.

A todos estos aspectos se les une una narración visual, firmada por Guillem Escriche, asentada en la sencillez. En muchas viñetas nos encontraremos fondos vacíos, que se unen a los silencios para dar formar a ese “túnel” del que os hablé antes. Estos espacios vacíos contrastan con unos personajes repletos de detalles. Esta estrategia, en algunos momentos funciona a la perfección, pero, en otros, genera cierta irrealidad de lo expuesto. De manera semejante, nos vamos a topar con un uso del color sencillo y apagado. Esto también se va a contraponer con los oscuros empleados, por ejemplo, en algunas escenas bélicas o con el uso de los colores rojizos para la sangre o el fuego.

La obra que tenemos en nuestras manos tiene una notable calidad y consigue el objetivo evidente que es impactar en el lector. No obstante, la configuración de las viñetas generar cierta confusión, ocasional. Las secuencias cambian con rapidez dificultando, en algún momento, la interpretación de la obra. Ahora bien, ello no quiere decir que la obra, como indicamos antes, carezca de calidad. Todo lo contrario.

Por Xiana Martín