
No creo decir ninguna imprecisión al afirmar que estamos rodeados de zombis peligrosos. Las ficciones postapocalípticas son una constante estos días, aunque lo cierto es que llevan ya unos cuantos años prodigándose. Esto es así en diversos medios, quizás con mayor constancia en series de tv, videojuegos y cómics. La suerte para todo aquel que disfrute de estos mundos lejanos (o cada vez más cercanos, hay cierto sabor “proléptico” en todo lo que nos van presentando, sobre todo en los detalles de la vida humana después de las caídas) es grande; eso sí, la “desfamiliarización” de entornos conocidos, una de las bases estructurales del género, empieza a ser demasiado “familiar”, inquietantemente reconocible.
Obviamente, no todo el género postapocalíptico (que pertenece al más amplio de las distopías) tiene a zombis como los “monstruos” centrales en sus arcos argumentales, pero es cierto que aparecen mucho. Por eso repito, amigos, estamos rodeados de zombis, constantemente, en todo momento, en todo lugar. Estemos al tanto, pues la vida y la supervivencia humana depende de ello. Después de todo, es un lugar violento ahí afuera, aunque lo cubramos con mantitas de colores, colchas con volantes, alfombras bien mullidas y cosas bonitas que nos ponen a distancia todo lo que no mola: la muerte, el dolor y el sufrimiento. No pensar en ellos en todo momento es agradable, evitarlo a cualquier precio es más peligroso. Es una manera de capear el temporal, cierto, pero la tormenta llega seguro y conviene estar preparados para ello.

Ahora bien, estos zombis no son tan fieros como los pintan, por decirlo de alguna manera. Pensemos en tres obras excepcionales dentro de la postapocalíptica de zombis: El cómic The Walking Dead de Robert Kirkman (serie argumental ya cerrada), la serie Black Summer de Schaefer y Hyams (con dos temporadas hasta el momento) y el videojuego The Last of Us desarrollado por el estudio Naughty Dog (parte I y parte II, que posteriormente se convirtió en un cómic). Pues bien, estas tres obras juegan con una típica “bola curva” para desviar la atención de lo verdaderamente importante: lo mala gente, lo amargamente crueles, que parece que tendemos a ser en las situaciones más difíciles.
Los zombis están ahí, dicen que son lo peor, lo más peligroso del mundo, pero ellos en realidad están a lo suyo: pegándonos bocados (algo tendrán que comer o, mejor dicho, a alguien) e infectándonos a la primera de cambio (cuantos más seamos, mejor lo pasaremos). De esta manera, parecen ser ellos los monstruos y nosotros los buenos, los salvadores, los de siempre, es nuestro planeta, ¿no? Lo reclamamos en propiedad y no hay lugar para más no-gente, ya sean zombis, marcianos o los vecinos de al lado que son más no-gente que nosotros simplemente porque no son nosotros, no son de los nuestros.
Todas estas ficciones nos recuerdan lo verdaderamente importante: el peligro siempre viene de dentro. Los zombis son aquello que aparece debido a las hambrunas, la crisis climática, las pandemias, los inmigrantes que huyen de guerras y condiciones sociales insoportables. Obviamente no desde una visión simplista y buenista, no es cuestión de invitar a un zombi a cenar porque posiblemente se cene a tu familia y casi seguro sin la menor etiqueta, ni siquiera te lo agradecería, os hincaría el diente sin más y con las mismas te convertirías en uno de ellos: primarios, básicos, rutinarios, sin capacidad crítica, llevados por sus impulsos. Son zombis, al fin y al cabo, ¿qué les podemos pedir? ¿Una cálida conversación al calor de la chimenea discutiendo las bellezas de la poesía italiana renacentista? Va a ser que no.
Todo esto me lleva al inicio del presente texto, sigo considerando que estamos rodeados de zombis, pero el peligro está en otras partes. Igual que en las ficciones a las que me he estado refiriendo aquí, el peligro siempre vino de nosotros mismos, nosotros somos el infierno porque lo llevamos dentro, lo proyectamos hacia los otros para que todo sea más soportable. Tal es la condición humana, tal nuestra necesidad de conocernos a pesar de que no hemos estado intentando hacer otra cosa desde el despertar de la conciencia. Bienvenidos sean estos zombis que nos recuerdan que hay veces que se nos quema la casa y nos quedamos mirando por la ventana dando gracias por seguir bajo techado porque lo de afuera es peligroso y en una de estas, ya ves tú, va y nos mata.
Por Francisco J. Francisco.