
A través de diferentes disciplinas sociales relacionadas con el lenguaje se ha detectado, desde hace años, que la identidad que le otorgamos a las personas o a los grupos sociales está vinculada al sentido que le damos a estas mismas personas. Partiendo de esta idea, Landowski nos ha mostrado en su obra Presencias del Otro que solemos otorgar un determinado sentido al espacio simbólico donde se encuentran los grupos con los que no nos identificamos. Ese espacio suele estar oscurecido y extraño en ellos, mientras que en nuestro espacio simbólico creemos que es más claro y sencillo.
Ejemplos de esto nos los encontramos cuando nos adentramos en las sátiras contra el rústico de la que habla Umberto Eco en su Historia de la fealdad. Este gran pensador nos muestra como en los fabliaux franceses o en los Cuentos de Canterbury el personaje rústico es presentado como un tonto o como un estafador. Estos elementos simbólicos también los encontramos en la escultura o en la pintura.
Estos aspectos también se han trasladado al noveno arte. En el caso de la industria estadounidense lo encontramos repetidamente en la referencia a la mal llamada “América profunda”. Guionistas como Aaron Williams, Jason Aaron, Joe Hill, Christopher Priest o Mark Kneece, entre otros, se han ocupado de construir obras sobre ese contexto social. Evidentemente, en el noveno arte las referencias son relativamente actuales, ahora bien, es frecuente la presencia de un patrón simbólico constante.
En Caravanas (Kneece), en Paletos cabrones (Aaron) y en North 40 (Williams) se muestran zonas empobrecidas, con pocas opciones de futuro. En ellas, aparecen personas violentas, desagradables y, en muchas ocasiones, fea o deformadas. Estos personajes serán los que generen los conflictos y, por lo tanto, terminan siendo desagradables para el lector. En el caso de North 40 los elementos sociales tornan en estructuras simbólicas lovecraftianas. En las obras Caravanas y Paletos cabrones, el juego es más directo. Los paletos, los rústicos, optan por vidas disfuncionales y problemáticas. Ante eso, el personaje principal debe (moral) sobreponerse y tomar una opción alternativa.
Los dos ejemplos que nos quedan son un tanto diferentes a los demás. Priest en U.S.Agent nos muestra a ese grupo social como si fueran algo tontos o simples. Los valores positivos se los va a otorgar el protagonista, no están presentes en la representación del colectivo en cuestión. Este hecho hace que esta zona se “ideal” para realizar acciones políticas de control y manipulación. En último lugar haremos referencia a Hill, quien en su Locke & Key también recurre a un personaje con estas características. No obstante, en este caso no podemos decir que, estrictamente, la obra esté relacionada con la América profunda, ya que se localiza en Nueva Inglaterra, al norte de los Estados Unidos. El personaje recuerda, sin duda, a un paleto, pero no podemos afirmar, estrictamente, que lo sea. Sin embargo, creemos que la construcción simbólica del rústico feo y malo, permanece también en la obra de Hill.
Estos ejemplos, de un modo u otro, nos hablan de unos grupos sociales que tienen pocas posibilidades y que, por tanto, pueden llegar a ser rechazados simbólicamente. Sobre todo, ya que, en estas obras, serán capaces de llevar a cabo las peores acciones que podamos imaginar. En cierto modo, podríamos decir que representan cierto enemigo social que la “civilización” norteña tiene que combatir.
Evidentemente esta realidad social existe, la cuestión estaría entonces en saber qué juego simbólico queremos jugar. Podríamos plantearnos una reivindicación y una transformación que busque mejorar la vida de estos colectivos o bien asentar un imaginario social que, de un modo u otro, mantenga unos valores negativos en ellos. Sin ninguna duda, el segundo aspecto nos da mucho más juego creativo. Posiblemente esta sea la razón de que se utilicen como recurso narrativo recurrente. Sabemos que los Estados de América profunda aceptan las armas con mayor afecto, tienen comportamientos sociales más conservadores e incluso recalcitrantes. Ahora bien, la pregunta es, entonces, si son realmente nuestros enemigos o son fruto de un contexto social que podría ser cambiado.
Por Juan R. Coca