Portada de Caravanas

Faulkner creó el condado de Yoknapatawpha como símbolo eterno del sur estadounidense. Una tierra de mitos y derrotas, de belleza sutil, crueldad atávica y tradiciones caballerescas, un lugar anclado en el pasado pero que busca un futuro en el que vivir desde un presente violento y deprimido. El cómic Caravanas, de Mark Kneece y Julie Collins-Rousseau, entronca con la literatura sureña dura y agreste postfaulkneriana. Autores como Larry Brown, Harry Crews o Bonnie Jo Campbell nos muestran ese territorio y las vivencias que allí se dan con toda la crudeza posible. Lo mismo hacen los autores de la obra que hoy reseñamos, con una violencia de tintes líricos (los matices de los rostros son prodigiosos al respecto) Kneece y Collins-Rousseau se internan en la oscuridad para encontrar metales preciados, de los que atemperan el alma humana pues son capaces de entrar en diálogo con las sombras que a todos nos acorralan de vez en cuando.

La desesperación ya no es tal cuando todo en la vida es desesperanza y algo así le ocurre al protagonista, Josh Clayton, cuya vida no tiene paz ni lugares de protección. De hecho, no tiene apenas nada a lo que aferrarse que le pueda dar la más mínima sensación de seguridad. Una madre en caída en picado, unos hermanos pequeños a los que atender, unas amistades peligrosas y un amor en ciernes que no sabe cómo manejar, después de todo es un adolescente y la adolescencia ya es, incluso para el joven con el ambiente familiar más estable, “territorio comanche”.

Estamos en Carolina de Sur, uno de los estados arquetípicos de la geografía sureña estadounidense, y allí la violencia y pobreza de las zonas más deprimidas va de la mano con las glorias del pasado que se pudieron mantener a flote. El sueño americano también palpita en cada página, en cada golpe que se lleva el protagonista, siendo de esto modo casi un relato de iniciación. También es un relato de amor, con la dulzura y la melancolía propia del amor de juventud donde todo es posible y de hecho todo posiblemente acaba mal.

El blanco y negro de las páginas da una sobriedad magistral al texto, el dibujo cuidadoso se entrelaza con la precisión y parquedad de los diálogos, tampoco hay más que decir. Lo que se muestra y lo que se dice, por lo tanto, van de la mano. Uno acompaña a Josh página a página con el corazón en un puño, casi porque ese sur duro y violento es un símbolo de la vida en algún momento para todos, mucho más en la adolescencia, donde todo excita y atemoriza por igual.

El lector interesado en este tipo de ficción disfrutará enormemente con este cómic, pero hay tanto de valor en estas páginas que creo que cualquiera que quiera acercarse a una obra dura pero escrita con mucho gusto estético encontrará muchas cosas que le interesarán.

Por Francisco J. Francisco.