Portada de Y el último hombre, uno de los ejemplos de los recopilatorios extensos publicados actualmente.

Las diferentes estrategias comerciales de las editoriales pueden generar impactos en las mentes de los amantes de los cómics.

El sector del cómic pretende, como es evidente, que sus productos tengan una buena aceptación social. Dicha aceptación implica una compra-venta que, finalmente, genera beneficio en las editoriales y, por supuesto, también en los libreros. En este fenómeno interviene un tercer elemento importante: el consumidor/cliente. Estamos, por lo tanto, ante un triángulo en cuyo interior suceden procesos que constantemente son estudiados por investigadores y científicos sociales. En esta ocasión vamos a comentar aspectos de este complejo fenómeno para ayudar a las personas interesadas a entrever alguno de los elementos intervinientes.

Como sabemos, cuando uno de nosotros llega a una librería para ojear cómics, lo primero que le atrapa es el exterior. Al fin y al cabo, el elemento estético es algo importante y atractivo. Por esta razón, podemos pensar que las editoriales visten a sus cómics con los mejores “ropajes” posibles. Esto es cierto, pero solamente en parte. El cómic tiene una identidad que ha permanecido junto a él durante mucho tiempo. Nos estamos refiriendo al formato grapa. Un formato barato, débil e, incluso, poco atractivo. No obstante, los amantes de los cómics siguen optando por este formato y muchos de ellos lo reivindican como el formato de los “verdaderos” lectores de cómics. Sin embargo, el lector actual de cómics opta por un formato próximo al libro, con tapa gruesa, que pueda ser colocado en una estantería e identificado.

En estos aspectos comentados vemos que intervienen elementos emocionales, estéticos e identitarios. Ahora bien, con ciertas particularidades. El lector actual de cómics parece optar por obras que pueden ser disfrutadas visualmente sin tocarlas. Es decir, nos gusta ver el lomo de nuestras obras. Esta es una de las razones por las que gustan las obras terminadas y las historias amplias recopiladas. Muchos de los productos actuales se ofrecen en tapa dura y con cierta amplitud (más de cien páginas).

El cómic es percibido, por una parte de sus seguidores, como un producto propio de un colectivo selecto, que tiene calidad y que debería estar presentado en un formato propio del sector (formatos de calidad o grapas). Sin embargo, las editoriales en ocasiones optan por formatos alternativos, buscando posibles nuevos compradores. Esto hace que este colectivo critique en redes sociales estas estrategias. Estamos pensando en los formatos de mayor tamaño (mayores de 800 páginas) o los formatos más económicos de tapa blanda basados en reimpresión de obras conocidas y aclamadas.

Sin ninguna duda, las editoriales pretenden dar gusto a la diversidad de compradores actual. En este sentido, existen personas que es formato novela no le molesta, al contrario. Posiblemente, hasta les parezca que lucen muy bien en su estantería. Estos lectores disfrutan con una obra de mil páginas entre sus manos y optan por estas recopilaciones. En cambio, en el lado contrario, tenemos a personas que les gusta tener cómics que les suscitan interés, que pueden llevarse a cualquier lado y leerlas fácilmente, pero que también pueden lucir en la estantería. De ahí que los formatos pocket también estén teniendo un gran éxito ahora mismo. En tercer lugar, veremos editoriales que optan por un formato de enorme calidad y cuyos precios terminan seleccionando mucho a la clientela. Esta opción no es tan frecuente, pero también tiene su lugar.

Cualquiera de estas opciones va a sesgar a la clientela. No todo el mundo puede pagar 35 euros por un cómic de 70 páginas. Tampoco gusta a cualquiera las recopilaciones enormes o las ediciones más baratas. En todo este “juego” comercial funcionan nuestras percepciones, imaginarios y preferencias. También intervienen elementos identitarios y de prestigio. Un buen número de aspectos que nos harán sentirnos, entre otros, como “verdaderos” lectores de cómics, como amantes del cómic o como simples lectores.

Por Juan R. Coca