
El cómic nació, hace un buen montón de años, para divertir. Además, su estructura inicial no era la de lo que ahora llamamos novela gráfica, aunque el cómic seriado también lo encontramos en los comienzos de la historia de este arte. El cómic era, en sus inicios, una historia relativamente breve con un claro carácter juguetón o divertido, y con cierto talante social. Pues bien, esto es, precisamente, de lo que vamos a hablar hoy.
Joan Bufill, Fum, es un creador con una creatividad y originalidad desbordante. En su obra Asunción el televisor (publicado por la editorial Pepitas) nos introduce en un pequeño mundo de cuatro personajes: un joven, su abuelo, una oveja y una televisión llamada Asunción. Cada uno de los personajes tiene un elemento que lo caracteriza. La oveja es, bueno…, una oveja. El televisor tiene la particularidad de que habla. Y el yayo es quién más alegrías nos va a dar. Falta uno, es cierto, pero es el personaje que actúa, en cierto modo, como narrador y tiene cierta pasividad. Un elenco curioso que no dejará de conducirnos por veredas sorprendentes.
El cómic está planteado con una estructura sencilla y unas viñetas también sencillas. ¿Por qué? Pues, fácil, eso no importa. No importa ni la caracterización de los personajes, ni el contexto. De hecho, el planteamiento de la obra tiene pretensiones de universalización. Digo esto ya que la obra podría servir en cual contexto europeo y, posiblemente, en otras regiones del mundo (aunque no tengan ovejas).

Fum nos muestra un trabajo desternillante, divertido, sorprendente, en el que se dan cita buena parte de los tópicos socioculturales de la actualidad. Además, hablando de la estructura interna de la narración, sorprende que comienza con un personaje que, paulatinamente, va perdiendo importancia y dejando paso a otro. Tanto es así que, en muchas ocasiones, el cómic nos parecerá que está más centrado en el yayo que en Asunción.
El juego de la narración confusa y surreal es una constante en todas las páginas. Sueños, televisores que se emborrachan, parásitos demoníacos, etc. serán elementos llamativos que nos iremos encontrando. Todo ello en un juego de realidades alternativas en las que la realidad cotidiana toma cuerpo de un modo especial. Posiblemente, la realidad no dista mucho de este mundo divertido y extraño, siempre y cuando estemos dispuestos a que, efectivamente, nuestro mundo sea así. En este sentido, la sensación que deja la obra es que podríamos disfrutar más de los pequeños momentos con un toque de imaginación.
La contrapartida a este mundo imaginario, creativo y divertido es que, paulatinamente, pierde esa vivacidad. No tengo claro si este aspecto es debido a la obra o al lector, pero esto sucede. De hecho, he contrastado la obra con otros lectores y la sensación es similar. No obstante, Asunción el televisor es una obra excelente con una enorme calidad. Sin ningún lugar a dudas una obra esencial para aquellos interesados en el noveno arte en su sentido más completo. No la dejéis pasar.
Por Juan R. Coca