
James Tynion IV nos plantea una obra política y muy actual con ciertos elementos de los noventa.
El sociólogo Juan Luis Pintos fue un estudioso de los imaginarios sociales y nos mostró que éstos eran esquemas construidos socialmente que permiten percibir, explicar e intervenir en los que cada sistema social se entienda por realidad. Esta definición está en la base de la obra de la que nos ocuparemos hoy: El Departamento de la Verdad. El fin del mundo. Un trabajo realmente absorbente que nos introduce en el mundo de las creencias y percepciones colectivas. En este sentido, la obra nos hará preguntarnos quién dice la verdad y si creemos lo que realmente queremos creer o no.
La obra, capitaneada por Tynion, juega con una idea presente en X-files. En aquella serie de televisión (de los noventa) se nos mostró a un grupo de personas, pertenecientes al FBI, que intentaban descubrir donde se encontraba la verdad ante la existencia de una serie de fenómenos de difícil comprensión. La serie jugó con multitud de elementos asentados en supersticiones, creencias colectivas irracionales, falsas percepciones, etc. En su momento, aquella serie tuvo un éxito inusitado. De ahí que no resulte extraño que se volviera sobre esta temática.
El Departamento de la Verdad. El fin del mundo ahonda en las falsas creencias, mitos sociales, percepciones erradas, colectivos sociales negacionistas, etc. En este sentido, Tynion opta por una narración mucho más realista que la de la serie de televisión de la que hemos hablado. No obstante, comparten multitud de elementos convergentes. Un personaje masculino, con conflictos internos, será el protagonista principal de la trama. Esto permite dar profundidad humana a la historia y estructurar el conflicto entre dos visiones contrapuestas de la realidad social.
La gran diferencia narrativa la encontraremos en la perspectiva política del cómic de Tynion. Sin ninguna duda, esta obra tiene un fuerte componente político y nos muestra el conflicto entre dos organizaciones que buscan intereses contrapuestos. Ambos intereses, curiosamente, están bastante relacionados con la estructuración de los principales polos ideológicos que nos vamos a encontrar en la calle. Por un lado estarán aquellos pegados a cualquier posibilidad o creencia. Por otro veremos los grupos fieles a la verdad. Ahora bien, ambos polos están bastante exagerados para darle mayor impacto narrativo a la historia. Esta polarización simbólica nos recuerda a dos elementos que encontramos en la actualidad.

Todo esto tampoco es nuevo, ni siquiera comenzó a finales del siglo XX. Este debate sobre la percepción de la realidad o sobre la realidad misma, también lo encontramos en la literatura española. Esperanza G. Saludes, de hecho, ya nos muestra la manera en que Luis Martín Santos configura su obra Tiempo de Silencio para criticar el pensamiento de Ortega y Gasset. Este filósofo tenía una filosofía que ha sido denominada como perspectivismo, ya que entendía que cada uno tenía una perspectiva diferenciada de la realidad. Una idea que, si nos vamos a los albores del pensamiento, también la encontramos en la antigua Grecia. Más concretamente en Protágoras, quien afirmó que el ser humano es la medida de todas las cosas. Del mismo modo, Descartes en su conocida máxima pienso, luego existo también separó el pensamiento de la realidad.
Pero volvamos a nuestro cómic. La obra nos plantea un juego de poder y de intereses francamente sugerente. En este sentido, al leerla me venía a la cabeza una idea sobre las llamadas agencias de verificación. Al fin y cabo, según la propia obra, estaríamos, posiblemente, ante otra organización centrada en la obtención de poder basado en el conocimiento. Un nuevo agente que entra en el juego de los imaginarios sociales. En definitiva, todo parece ser un juego de narraciones y, de un modo u otro, la verdad estará dependida (nos dicen) desde el polo en el que estemos situados.
No podemos irnos sin mencionar el fantástico trabajo Martin Simmonds y Aditya Bidikar. El primero nos plantea una narración visual que nos recuerda, sobremanera, el trabajo de Dave McKean. Pues bien, Simmonds se esfuerza en desarrollar una narración actual, impactante y dinámica. El autor emplea una técnica de ralladuras francamente interesante. Unido a esto, combina las líneas con las manchas para dar cierta sensación de indefinición; algo muy adecuado a la narración visual. En ocasiones, esta técnica reduce precisión en la narración visual, pero incrementa en grado de simbolismo y de interpretación. Unido a las viñetas de Simmonds nos topamos con el excelente trabajo de rotulación de Bidikar. Bidikar logra incrementar el potencial narrativo de la obra con unas viñetas muy bien situadas y con un diseño excelente.
Por Juan R. Coca
Referencias bibliográficas:
Luis Martín Santos (2013). Tiempo de silencio. Seix Barral, Barcelona.
José Ortega y Gasset (2016) El Espectador I y II. Alianza, Madrid.
Esperanza G. Saludes (1982). Presencia de Ortega y Gasset en la novela «Tiempo de silencio» de Luis Martin-Santos. Hispanic Journal 3(2): 91-103.