Portada de Providence (Panini)

Panini reedita y recopila la trilogía de Alan Moore publicada en Avatar Press.

El término pro-viden-cia hace referencia a la capacidad (-cia) de ver (videre) con cierta antelación (pro-). Esta posibilidad ha sido deseada por multitud de culturas como el fenómeno de videncia o de (u/dis)topía por excelencia. Las sacerdotisas, los oráculos, la brujería, así como las diferentes religiones presentan referencias sobre ella. Ahora bien, la cuestión no estaría tanto en la propia capacidad. Sino en es saber dónde está la fuente de la misma. He aquí el verdadero problema.

Durante multitud de años, la fuente de esta posibilidad estuvo asentada en la religión/espiritualidad. En la actualidad, la situación ha cambiado notablemente y el sustituto funcional de esta providencia estaría en la ciencia y la tecnología. En cambio, hace algunos años, la ciencia y la tecnología no estaba tan desarrollada, por lo que esa capacidad recaía en la política. Si pensamos en los ilustrados, nos daremos cuenta de esto que acabo de indicar. Al fin y al cabo, sabemos que la política y la religión están más cerca, la una de la otra, de lo que podría parecer.

Alan Moore, uno de los creadores más políticos y profundos del noveno arte, parece ser consciente de esto. Por eso, en su obra Providence opta por introducir el horror indescifrable de Lovecraft en su particular realidad sociopolítica. En otras ocasiones ya indiqué que en From Hell, en Watchmen, en V de vendetta e, incluso, en La liga de los hombres extraordinarios Moore inunda, de un modo u otro, la narración de elementos sociopolíticos. ¿Por qué Providence iba a ser diferente? No lo es.

La obra (que magistralmente acaba de ser vuelta a editar por Panini) incluye una trilogía conformada por los siguientes trabajos: The Courtyard (obra del 2003), Neonomicon (publicada entre 2010 y 2011) y Providence (2015-2017). Esta trilogía ha visto la luz recientemente como tomo único y representa a una de las obras con mayor dificultad de definición. Es una obra tan llena de matices que resulta complicada de asir. De ahí que no podamos afirmar que sea una obra de terror, ni tampoco podamos aseverar, con rotundidad, que es un trabajo político. Ahora bien, yo me atrevería a indicar que es más lo segundo que lo primero.

Moore opta por introducir su mente en los elementos recónditos de la psique colectiva occidental. Para ello combina, claramente, elementos presentes en la obra psicoanalítica de Freud y los mezcla con factores culturales primitivos. Me pregunto si con ello busca ahondar en los elementos básicos que conforman la sociedad: la sexualidad y la religión. Estos dos pilares fueron dando forma al mundo actual por acción o por omisión. Por ello no resulta extraño que el recorrido que se nos muestra sea una especie de trasunto histórico en lo que hemos vivido y en lo que nos queda por vivir.

Al comienzo indicamos que la política es un sustituto funcional de la religión. Esto es debido a que, entre otros aspectos, comparten elementos de control social, de moralización y de liberación también. De ahí que existe cierta proximidad entre ambas e, incluso, nos encontramos ritos semejantes. Pues bien, Providence nos cuestiona sobre ambos fenómenos sociales y, de una manera, provocadora y un tanto subversiva nos hace plantearnos la realidad que tenemos ante nosotros. ¿Quién ostenta el poder? ¿Dónde están las fuerzas ocultas que manejan los hilos de la realidad? ¿Estoy completamente seguro que lo que tengo ante mí es como creo que es?

Al leer la obra nos podemos centrar en lo evidente y obviar el sustrato político. Podríamos pensar que existen seres fantasmales que nos manipulan y nos condicionan. Ahora bien, también podríamos considerar que la existencia de esos seres no es más que otro nuevo intento de control social. Con independencia de lo que cada uno crea, de cuál sea su fe, lo que parece innegable es que solamente será capaz de ver el futuro quien tenga el poder de control sobre los demás. En este sentido, los oráculos, sacerdotes, etc. pueden ser poderosos si nos controlaran. Este control está supeditado, en buena medida, a los impulsos más primitivos: miedo, hambre, sexo, etc. Moore nos muestra solamente el sexo como motor de cambio. Ahora bien, podríamos establecer un análogo con lo instintivo y con lo visceral. De ahí que, yendo a la actualidad, podemos comprender como los partidos políticos actuales buscan controlarnos a través de esta misma estrategia.

En definitiva, el proceso de secularización ha traído consigo una pérdida de las creencias y de ese control social. Ahora bien, Moore parece indicar que este fenómeno está latente y esperando a algún cambio para emerger de nuevo. Dichos cambios están en qué esperamos de nuestra futura realidad. Es decir, cómo queremos que sea. En función de eso podremos ver, o no, aquellos seres que, de un modo u otro, nos circundan con intención de controlar el mundo. Entonces ¿qué podemos esperar? Posiblemente, nada. Habrá que romper cualquier obra que nos ilumine al respecto, ¿incluso ésta?

Por Juan R. Coca