La obra de Javier Marquina y Ertito Montana, que ya va por su segunda edición, resulta llamativa y excitante.

Portada de Abraxas

Abraxas es un trabajo ecléctico donde se conjugan elementos narrativos de la ciencia ficción, de la literatura de capa y espada, las historias de zombis, así como elementos lovecraftianos. Un conjunto de ideas que se entrelazan magistralmente en la historia del elfo Abraxas. En este sentido, Abraxas puede parecer un sinsentido, pero no lo es. Las ideas funcionan y la historia resulta endiabladamente adictiva.

El planteamiento de la obra no es excesivamente claro, ya que no tiene la necesidad de explicar todos los elementos de la narración. Esto permite que fluya la imaginación en el lector y que se introduzca en la obra. Un trabajo que, además, recuerda un poco a el Hellboy de Mignola, pero no en el submundo. Tanto es así que aquellos que intentan dominar el mundo (la Terra Tercia) también afectan o intervienen, de un modo u otro, al personaje principal. En este contexto Abraxas intenta evitar ese fenómeno de dominación y lo consigue de un modo entre casual y heroico; de nuevo ese recuerdo de Mignola.

La gran diferencia entre los planteamientos narrativos que estamos comparando reside en el romanticismo/barroquismo. Abraxas no es una obra con dicho carácter. Al contrario, es una obra gamberra donde apenas hay espacio para los elementos dramáticos que caracterizan al romanticismo/barroquismo. En este sentido, Abraxas es hija de su tiempo. Por esta razón es un trabajo cuya narración va muy rápido, es un tanto fragmentaria y, como dijimos, sincrética. En este sentido, se enlaza con la literatura latinoamericana y con autores tales como Rubén Darío, Alejo Carpentier o Ernesto Cardenal. Evidentemente, no estamos pretendiendo comparar a todos estos autores, lo que pretendo indicar es que todo ello surge de un contexto cultural semejante.

Página interior.

La narrativa visual es la que más se aleja del canon comercial. El planteamiento visual es sencillo y centrado en la acción o en la emoción de los personajes. En este sentido, se evitan los fondos o los elementos contextuales. Por otro lado, las páginas muestran la inexistencia de una estructura determinada. A su vez, Montana plantea elementos subversivos e incluso surrealistas, que le dan un aroma atrevido y valiente a este trabajo.

En definitiva, la obra en su conjunto se aproxima al underground pero no termina de ajustarse a esta perspectiva, ya que resulta bastante amable en su planteamiento general. Es verdad que está publicada por una editorial que está algo alejada de las grandes plataformas de distribución, pero esto no hace que podamos llegar a considerarlo como una obra profundamente underground. Sin duda es un cómic independiente, que está fuera del canon más comercial, pero evita tratar aspectos sociales o políticos, alejándose de lo políticamente incorrecto.

Aunque ya ha pasado algún tiempo desde que se ha publicado esta primera parte de la serie, sin duda sigue de máxima actualidad y frescura. Por esta razón, la recomiendo mucho a todos aquellos lectores de cómics algo atrevidos y dispuestos a optar por trabajos que no sean comerciales. En los próximos días os comentaremos la segunda parte de esta serie. ¡Estad atentos!

Por Juan R. Coca