
Todos conocemos la obra de Alan Moore y estamos al corriente de su preocupación por las cuestiones políticas como elemento relativamente constante en sus obras. Hablar de poder es hacer referencia a la capacidad que tiene una persona para hacer lo que quiere. Ahora bien, tal y como indicaron los sociólogos funcionalistas estadounidenses, el poder también es un elemento ineludible de los colectivos sociales y de las organizaciones. Si este fenómeno sería realmente complicado que algo pudiera funcionar. De ahí que Moore termine mostrando, de un modo u otro, esta doble cara de este concepto.
En la obra Nemo (integral) (Planeta), que se ha recopilado recientemente, se nos muestran las aventuras y desventuras de la hija del capitán Nemo. Estamos hablando del personaje de la reina pirata Janni Nemo quien, a través de tres historias recopiladas en este mismo volumen, se va a enfrentar a horrores de la Antártida, en la historia titulada Corazón de hielo, a una serie de artefactos mecanizados en la historia Rosas de Berlín, y a unos tiranos en Río de fantasmas. La obra tiene como elemento estructurante a la hija de Nemo, pero este otro personaje sobrevuela constantemente por las páginas de la narración.
Nemo, y su hija, son dos personajes que, en su calidad de piratas, nos conducen al imaginario de la época de la piratería que más ha trascendido. Este momento es el del barroquismo. Una época de exaltación de los elementos naturalistas y también de la espiritualidad/moralidad. Una época de contrastes en la que también se recupera elementos clásicos, algo que, posteriormente, tendría mayor relevancia en el neoclasicismo. Estos elementos están insertos en esta obra. Una lucha simbólica entre el progreso moderno y cierta mirada atrás hacia este imaginario naturalista.
En todo este juego simbólico Janni Nemo se autocuestiona y se analiza en un contraste permanente con el recuerdo de su padre. En este juego de imitación e independencia se conforma una estructura de poder interno que, así mismo, termina viéndose reflejada en las luchas externas. En este sentido, Moore también utiliza un interesante doble juego de poderes y significaciones en la primera historia donde contrapone las estrellas de mar con cierto regusto lovecraftiano. Una confrontación simbólica entre la oscuridad y la luz que, de manera constante, cohabitan en nuestra cultura. Algo que también ocurre, de un modo u otro, en las siguientes historias de esta recopilación. De hecho, en la segunda nos toparemos con una especie de lucha cultural entre este barroquismo (pirata y naturalista) y la modernidad (artefactual y mecanicista).
Unido a todo esto, este barroquismo de Moore se enlaza con el neobarroquismo cultural que estamos viviendo en la actualidad. Esto podría hacernos pensar que el británico está inserto en el segundo, pero no tengo claro que esto sea así. Fundamentalmente por el hecho de plantear unos personajes claramente barrocos y no tan actuales como sus contrapuestos. Algo que resulta magistral y sugerente a un tiempo.
En este trabajo, al igual que en La liga de los hombres extraordinarios (de donde emerge esta obra), Moore se aleja, relativamente, de las cuestiones estrictamente políticas para plantear un cómic de aventuras. Ahora bien, afirmar que esta opción narrativa hace de la obra un trabajo ligero es un tanto atrevido. Por supuesto, el planteamiento de Moore es más directo y tiene una narración más acotada. Sin embargo, como hemos indicado antes, existen multitud de elementos de contraposición que parecen sencillos (y en esa sencillez se pueden desvanecer para el lector), pero no lo son tanto.
La narración visual corre a cargo de Kevin O’Neill. Su manera de trabajar es sumamente identificable y hace que la obra tenga un talante un tanto anguloso lo que genera cierta sensación de irrealidad. En esta obra, O’Neill opta por una narración más clara y diáfana, lo que permite incrementar los mensajes emocionales. El trabajo de este creador es tan llamativo que las imágenes a gran tamaño te obligan a parar en la lectura y disfrutar, por un momento, de sus numerosos detalles.
Por Juan R. Coca